Desde la física cuántica hasta la Kabbalah, desde la constante de estructura fina hasta la disposición de las semillas de un girasol, el número 137 ha sido durante décadas objeto de fascinación para científicos, místicos y filósofos por igual. No es solo un número. Es un enigma que, según algunos, podría encerrar las claves del universo.
¿Qué es el 137 en física?
En física, 137 aparece como el valor aproximado de la constante de estructura fina (α):
Una constante adimensional —sin unidades físicas— que mide la intensidad de la fuerza electromagnética entre partículas cargadas, como electrones y protones. En términos sencillos, α determina cómo interactúa la materia con la luz. Es un número fundamental del universo: si su valor fuera ligeramente distinto, la química, la estructura de los átomos e incluso la vida misma serían imposibles.
Como explicó el físico Paul Davies, “Es la llave que abre o cierra el universo habitable”.
¿Por qué tanto misterio?
Lo desconcertante es que α no deriva de ninguna teoría: simplemente aparece. No lo podemos calcular desde principios más fundamentales. Está “puesto ahí”.
El físico Richard Feynman lo dijo con claridad en The Strange Theory of Light and Matter (1985): “El número 137 es una de las mayores maldiciones de la física: un número mágico que nos llega sin comprensión humana”.
Sommerfeld, Eddington y el intento de explicarlo
La constante fue introducida en 1916 por el físico Arnold Sommerfeld, quien la utilizó para corregir el modelo atómico de Bohr e incorporar los efectos relativistas. Años más tarde, el astrofísico Arthur Eddington se obsesionó con derivarla puramente desde principios matemáticos y cosmológicos.
Eddington propuso que 1/α debía ser exactamente 137, basándose en su propia numerología científica, aunque las mediciones ya indicaban un valor ligeramente superior. Su insistencia en que 137 tenía un papel espiritualmente revelador generó una intensa polémica científica… y alimentó el mito.
Pauli, Jung y la sincronicidad
La obsesión por el 137 también alcanzó al físico cuántico Wolfgang Pauli, quien llegó a colaborar con el psicoanalista Carl Jung. Su diálogo derivó en el libro La interpretación de la naturaleza y la psique (1952), donde exploraban cómo ciertos símbolos —como el número 137— aparecían de forma sincrónica en ciencia y mitología.
Pauli murió en 1958 en la habitación número 137 del hospital, lo cual no hizo más que alimentar la leyenda.
137 en la Kabbalah y la Torah
Más allá de la ciencia, el número aparece repetidamente en textos sagrados. En la Torah, 137 es la edad de varias figuras bíblicas, como Abraham, Ismael o Leví. Algunos estudiosos de la Cábala consideran el 137 como un número que simboliza la conexión entre la luz divina y el mundo material.
Incluso se han hecho cálculos crípticos con el número total de letras de la Torah que, manipulados en pares, “revelarían” el número 137. Para los místicos judíos, esto no es coincidencia: es señal de un orden oculto en la creación.
¿Una pista hacia una teoría del todo?
El valor de α sigue sin explicación última. En la teoría de cuerdas, algunos modelos proponen que depende de la geometría de dimensiones extra: si estas se «enrollan» en formas de Calabi-Yau (estructuras de 6 dimensiones con propiedades topológicas específicas), su configuración fijaría el valor de α.
Otra hipótesis sugiere que α podría variar en el cosmos. Mediciones del telescopio Webb en galaxias lejanas (2023) intentan detectar si la constante cambia con la distancia… lo que apuntaría a nuevas leyes físicas.
Como dijo Michael Brooks:
«Si el 137 fuera apenas un poco distinto, no estaríamos aquí para preguntarnos por él».
137 en la naturaleza
Curiosamente, el número también aparece en patrones naturales. El ángulo de 137,5° entre hojas sucesivas en muchas plantas (como los girasoles) maximiza la eficiencia de la fotosíntesis. Esta cifra está relacionada con el número áureo y la filotaxis.
¿Es una coincidencia matemática o una pista de que el universo comparte un diseño subyacente?
Un número que sigue escapando
El 137 une a Sommerfeld y Eddington, Pauli y Jung, la mecánica cuántica y la mística hebrea. Es una constante física… y una constante fuente de preguntas.
Quizá su valor no sea mágico. Pero sin duda, sigue siendo misterioso.