«Errores» que cambiaron la ciencia

Cuando pensamos en grandes descubrimientos científicos, solemos imaginar laboratorios perfectamente controlados, teorías complejas y resultados buscados con precisión. Pero muchas veces, la historia de la ciencia ha avanzado gracias a errores, accidentes o simples curiosidades que alguien supo observar. No fue solo azar, sino la capacidad de hacer la pregunta adecuada en el momento inesperado.

Aquí tienes algunos casos sorprendentes donde lo que parecía un fallo resultó ser una revolución.

1895 – Rayos X: una pantalla que brilló sin explicación

Mientras trabajaba con tubos de rayos catódicos recubiertos, Wilhelm Röntgen notó que una pantalla cercana —cubierta de barium platinocyanide, un material fluorescente— brillaba misteriosamente, incluso estando separada por cartón negro.

Dedujo que se trataba de un nuevo tipo de radiación capaz de atravesar materiales opacos y revelar estructuras internas. La primera radiografía humana fue la mano de su esposa, con su anillo claramente visible.

Así descubrió los rayos X, revolucionando la medicina y la física.

1928 – Penicilina: un descuido que salvó millones de vidas

El bacteriólogo Alexander Fleming regresó de vacaciones y encontró un hongo (Penicillium notatum) creciendo en una placa de cultivo. Alrededor del moho, las bacterias habían desaparecido. No logró purificar el compuesto, pero intuyó su potencial antibacteriano.

Más de una década después, Howard Florey y Ernst Chain retomaron sus investigaciones, aislaron el principio activo y desarrollaron el primer antibiótico utilizable. En 1942, el primer paciente tratado fue Albert Alexander, un policía británico con una infección grave.

Fleming, Florey y Chain compartieron el Nobel en 1945.

1938 – Teflón: de accidente industrial a revolución en la cocina

El químico Roy Plunkett intentaba crear un gas refrigerante cuando, por accidente, el tetrafluoroetileno se polimerizó dentro de un cilindro metálico. El resultado fue un material blanco y resbaladizo: PTFE, más tarde conocido como teflón.

Su primer uso fue militar, en el Proyecto Manhattan, para sellar componentes de la bomba atómica.

En 1954, la esposa del ingeniero Marc Grégoire sugirió aplicarlo a utensilios de cocina. Así nació el antiadherente de marca Tefal (acrónimo de Teflón + Aluminio).

1945 – Microondas: un radar que derritió el almuerzo

Mientras probaba un magnetrón en un radar militar, el ingeniero Percy Spencer notó que los cacahuetes en su bolsillo se habían cocido.

La radiación de microondas había calentado los alimentos desde dentro.

La empresa Raytheon patentó el invento, y en 1955 lanzó el primer microondas doméstico, el Radarange.

Pesaba más de 300 kg y costaba unos 3.000 dólares.

1879 – Sacarina: un edulcorante con polémica

El químico Constantin Fahlberg estaba investigando derivados del alquitrán de hulla junto con Ira Remsen, en la Universidad Johns Hopkins.

Un día, Fahlberg olvidó lavarse las manos y, al probar su cena, notó un sabor intensamente dulce.

Ambos habían sintetizado la sacarina, pero Fahlberg la patentó por su cuenta, sin mencionar a Remsen. Esto generó una ruptura entre ellos.

Remsen llegó a decir: “Fahlberg es un canalla. Me hubiera gustado envenenarlo con sacarina”.

 

1989–1992 – Viagra: un efecto secundario inesperado

En ensayos clínicos iniciados en 1989, la farmacéutica Pfizer probaba el compuesto sildenafilo como tratamiento para la angina de pecho.

Los voluntarios comenzaron a reportar un efecto secundario notable: erecciones prolongadas.

El estudio cambió de rumbo y así nació el Viagra, aprobado en 1998.

Hoy es uno de los medicamentos más recetados del mundo, con más de 60 millones de usuarios.

Conclusión: no fue suerte, fue atención

Estos descubrimientos no fueron simples golpes de suerte. En todos los casos, el hallazgo ocurrió porque alguien prestó atención a lo inesperado, se hizo preguntas y decidió investigar más allá del error. La ciencia también avanza tropezando, pero solo si hay ojos atentos dispuestos a observar y mentes dispuestas a aprender.

Como dijo Louis Pasteur: «El azar solo favorece a la mente preparada».

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